En Marzo de 2008, estuve en Tinduf (Argelia), en los Campamentos de Refugiados Saharauis. Colaborando en un proyecto de intercambio de cartas entre niños saharauis y almerienses.
Foto: A.D. O'Neil
Allí empezó a cobrar sentido el orden de estas palabras...
Desde el Sahara, carta de la vergüenza:
Al igual que yo, supongo, lo que sentiste tú (tío Eladio), la vez que fuiste a Los Campamentos de Refugiados Saharaui, sería vergüenza ajena de los políticos que nos gobiernan. ¿Te sentiste olvidado? Eso no ha cambiado.
Supongo que cuando tú estuviste, te encontraste con un llano inmenso de tierra, de piedras y arena… Así lo he vivido.
Con jaimas y casas de adobe, distribuidas de forma desordenada (sin calles) en wilayas o distritos, a su vez subdivididos en pueblos o dairas y cada uno de ellos en barrios… Y así es.
Me cuentan que la temperatura en verano supera los 50 grados a la sombra y en invierno el frío llega a congelar… Aunque nosotros hemos tenido suerte, hasta con el viento.
Al igual que cuando tú fuiste, no hay electricidad, no hay alcantarillado, no hay tuberías por donde hacer correr el agua casi de mar, que se consume. El acto de volver a abrir el grifo, dirigir desde la alcachofa o volver a evacuar sentado, sigue siendo considerado de hotel de 5 estrellas.
Ahora, eso si, tienen una pequeña carretera asfaltada, entre kilómetros de llanuras desérticas sin señalización, ni GPS; algún hospital, con el que no me crucé, ni por supuesto con ambulancias; colegios y guarderías, que y a pesar de su falta de medios, el número de personas capaces de leer y escribir son ahora el 90%.
Las cabras con suerte comen todo lo que sobra en la cocina o sea, todo. Incluido el agua de fregar y las que no tienen tanta suerte, las puedes ver llevándose a la boca cualquier tipo de tela o plástico que les deleita el viento.
Ya no se ven tantos camellos, ahora los más privilegiados conducen un Land Rover, de la época de Rodríguez de la Fuente, “tuneado” con telas decorativas y, rebozado por dentro y por fuera con arena del desierto.
Es cierto que no hay Internet, ni teléfono, pero sí móvil. Y algún elegido puede invitar a los vecinos a ver la telenovela de las cuatro, gracias a su parabólica. Luego entiendes para qué utilizan la energía, que le puede suministrar una plaquita solar enganchada a una batería de coche.
Y lo más importante la gente. La gente sana de verdad, agradecida, cariñosa, confiada. Personas afectuosas, con muy buen humor y extremadamente generosas… Y qué decir de los descalzos y mocosos niños, probablemente los más guapos, con los ojos más grandes y las sonrisas más contagiosas de felicidad que pueda haber en todo el mundo…
Y ahora y sin entrar en comparaciones, me estoy acordando de la canción “Viva la grasia”, del primer disco de Carlos Cano de 1975, cuando, un político de entonces le decía a los andaluces:
“…ustedes tienen sol, grasia pa vivir, vino, playas y flamenco…”; y Carlos irónicamente respondía:
“…si, mucha grasia pa derramarla por las vendimias del Roselló,
¡Viva la grasia de Andalucía, con pasaporte de emigración!”
Y yo podría apuntar:
“ustedes tienen sol, cualidad pa reír, té, esperanza, sin contaminación…
…Si, mucha felicidad pa evaporarla entre siroco y desertización…
Supongo que cuando tú estuviste, te encontraste con un llano inmenso de tierra, de piedras y arena… Así lo he vivido.
Con jaimas y casas de adobe, distribuidas de forma desordenada (sin calles) en wilayas o distritos, a su vez subdivididos en pueblos o dairas y cada uno de ellos en barrios… Y así es.
Me cuentan que la temperatura en verano supera los 50 grados a la sombra y en invierno el frío llega a congelar… Aunque nosotros hemos tenido suerte, hasta con el viento.
Al igual que cuando tú fuiste, no hay electricidad, no hay alcantarillado, no hay tuberías por donde hacer correr el agua casi de mar, que se consume. El acto de volver a abrir el grifo, dirigir desde la alcachofa o volver a evacuar sentado, sigue siendo considerado de hotel de 5 estrellas.
Ahora, eso si, tienen una pequeña carretera asfaltada, entre kilómetros de llanuras desérticas sin señalización, ni GPS; algún hospital, con el que no me crucé, ni por supuesto con ambulancias; colegios y guarderías, que y a pesar de su falta de medios, el número de personas capaces de leer y escribir son ahora el 90%.
Las cabras con suerte comen todo lo que sobra en la cocina o sea, todo. Incluido el agua de fregar y las que no tienen tanta suerte, las puedes ver llevándose a la boca cualquier tipo de tela o plástico que les deleita el viento.
Ya no se ven tantos camellos, ahora los más privilegiados conducen un Land Rover, de la época de Rodríguez de la Fuente, “tuneado” con telas decorativas y, rebozado por dentro y por fuera con arena del desierto.
Es cierto que no hay Internet, ni teléfono, pero sí móvil. Y algún elegido puede invitar a los vecinos a ver la telenovela de las cuatro, gracias a su parabólica. Luego entiendes para qué utilizan la energía, que le puede suministrar una plaquita solar enganchada a una batería de coche.
Y lo más importante la gente. La gente sana de verdad, agradecida, cariñosa, confiada. Personas afectuosas, con muy buen humor y extremadamente generosas… Y qué decir de los descalzos y mocosos niños, probablemente los más guapos, con los ojos más grandes y las sonrisas más contagiosas de felicidad que pueda haber en todo el mundo…
Y ahora y sin entrar en comparaciones, me estoy acordando de la canción “Viva la grasia”, del primer disco de Carlos Cano de 1975, cuando, un político de entonces le decía a los andaluces:
“…ustedes tienen sol, grasia pa vivir, vino, playas y flamenco…”; y Carlos irónicamente respondía:
“…si, mucha grasia pa derramarla por las vendimias del Roselló,
¡Viva la grasia de Andalucía, con pasaporte de emigración!”
Y yo podría apuntar:
“ustedes tienen sol, cualidad pa reír, té, esperanza, sin contaminación…
…Si, mucha felicidad pa evaporarla entre siroco y desertización…
¡Viva el Sahara Libre y la tierra que se l’arrebató!
2 comentarios:
Un gran beso Javi!!!
María*
QUE DE VERDAD TIENE TU ESCRITO, ESTO TIENE QUE CAMBIAR
!!SAHARA LIBRE YA!!
ROL
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