21/8/08

Un vaso de té verde

Un vaso amargo como la vida, otro segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte. Así es, a cualquier hora, en cualquier lugar, el rito del té. Imprescindible en cualquier reunión, comida, visita… No hace falta acto o suceso especial, para percibir la cortesía del/la saharaui, que como maestro/a artesano/a, a lo largo de todo el día, prepara con calma esta ceremonia.

Y así, con el acierto y sensibilidad de costumbre, Carlos Cano, lo grabó en el último corte incluido en su disco Forma de Ser (grabado en 1994) llamado Un vaso de té verde:

Estaban mis ojos por la arena, mirando la luz violeta y pensando quién pudiera… esconderla en otro tiempo. Por si acaso un día los poetas la encontraran y volvieran a sembrarla en la noche enamorada… de la libertad del sur.
Paloma blanca, que vuelas por Tinduf con una rama de olivo. Búscame el alma, en Smara, a la puerta del olvido… Paloma blanca, paloma blanca.
Paloma negra, negra como la noche en el desierto. En una estrella, dejé mi corazón lleno de fuego… Paloma negra, paloma negra.
Un vaso de té verde, me dio para beber un día la muerte. En mi boca era dulce y sin embargo, amarga era mi suerte. Un vaso de té verde, un vaso de té verde… amargo, amargo… amargo y verde.
Vuelan las nubes, que me traen del Sáhara el desierto, vuelan las nubes, como vuela el deseo de mi cuerpo… Habibi, habibi, habibi, habibi.
Tus ojos negros, como posos de agua me miraban, tus ojos… tus ojos negros, el corazón de arena me llenaban. Tus ojos habibi, habibi tus ojos.
Dos cercos tiene la luna, mi amor ha muerto, en una noche oscura, luchando entre los muros del desierto… Chahada, chahada, chahada, chahada.

Foto: Manuel Zambrana